Sentimos especial predilección por las rutas que combinan nuestra extraordinaria naturaleza con una cultura tan auténtica como desconocida. Al visitante de Ordesa se le llenan los ojos de montaña, pero desconoce al ser humano que durante siglos ha habitado estos valles. Una magnífica oportunidad lo representan las ruta de las seis ermitas. Torla aparece mágicamente protegida por estos pequeños templetes que pueden visitarse en diferentes días. En el mismo pueblo, Santa Lucía, del siglo XIII que en realidad era la iglesia del barrio pobre de la villa. Combinándola con esta, nos acercaremos en 35 minutos andando a la ermita de San Miguel, levantada en 1620 y que era la iglesia del desaparecido pueblo de San Miguel de Labagüerri, que dejó de dar señales de vida en torno a 1750. Sobre las pocas tierras que esta aldea poseía se entabló un largo pleito entre los pueblos del valle que concluyó destinando diferentes días para que cada uno vaya en romería a la misma. Para acceder, se parte enfrente del cementerio de Torla, donde todavía existe un limes levantado en 1596 y que marcaba el inicio del camino real de Cotefablo. Atravesaremos unos bosques de pino hasta, tres media hora, llegar a unos aterrazamientos otrora pertenecientes a San Miguel. Será allí donde, bajo una aterradora torre de alta tensión, veremos nuestro objetivo. Para otra jornada es la ermita de Santa Ana. Construida en 1606 atendía las necesidades espirituales de la pequeña pardina de Santa Ana, sita a 1200 mtrs de altura y que pertenecía a la poderosa familia de los Viu. Restaurada por el Parque Nacional, hoy ofrece unas magníficas vistas del valle de Broto. Para acceder se parte frente a nuestro hotel, descendiendo rápidamente hasta el puente románico de la Glera que cruzaremos para encarar el camping Río Ara, enfrente del cual, parte la senda que, tras hora y media de duro ascenso nos dejará en nuestro destino. La cuarta ermita es la de San Antón, visible desde el pueblo y a la que se accede tras 40 minutos de caminata usando la carretera de acceso a Ordesa, sin dejar nunca de perderla de vista. San Antón no parece ser un pueblo abandonado, sino un eremitorio levantado en el siglo XVII. A medio camino de Bujaruelo topamos con la ermita de Santa Elena. Este templete en realidad era la cuadra de una pardina levantada en torno a 1720 y que aún es propiedad de la Casa del Valle de Broto. Se le atribuyen poderes mágicos conectando, a través de la sierra de Tendeñera, que nace en ese mismo emplazamiento, con el otro lado de la citada sierra, donde se encuentra la más afamada ermita de Santa Elena del Valle de Tena. La última de las ermitas es la más antigua y está en ruinas. Se trata de la de San Nicolás, en realidad la iglesia del Hospital del Camino de Santiago de San Nicolás de Bujaruelo, levantada en torno al siglo XII. Para llegar podemos hacerlo en coche usando la pista forestal de 6 kmtrs que conecta Torla con Bujaruelo o, mucho más interesante, hacerlo a través de la garganta de Correador en 3 duras horas de caminata. Las ermitas de la villa de Torla pueden conocerse en dos interesantes e intensas jornadas, están construidas en enclaves impresionantes y derrochan el buen hacer de aquellos que nos precedieron y, por los cuales, no suele preguntar demasiado el turista.